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LEOPOLDO MANDié 311 Donación prolongada hasta el final de su vida. Pocos días an– tes de morir, va medio arrastrándose, sin fuerzas, por el corredor del convento para subir a oír confesiones. Tuvo que advertirle el superior que volviera a su celda y descansara. Pero el confesor, ya extenuado por los añ.os y más todavía por sus enfermedades, suplicó de rodillas y con los brazos en cruz: «Padre, tenga piedad de mí. .. ¡hay que hacer tanto bien!». El estilo del «padre del hijo pródigo» El confesor padre Leopoldo, que aparecía como acurrucado ba– jo el sayal capuchino, con las manos deformadas por la artritis, había logrado, no obstante, convertir aquella celdilla-confesonario en un... saloncito de la amabilidad. Allí se encontraban para cada penitente la misericordia de Dios y la bondad de un sacerdote. Salía al encuentro del penitente; le escuchaba y comprendía sus debilidades, sin hacerle gravosas ni culpas ni remordimientos; con frecuencia, al perdonarle, le quedaba agradecido. «Confesor de manga ancha», lo tildó más de uno, acusándolo hasta de laxismo. «Confesor de la misericordia de Dios», se juzgaba él. Y para darle la razón estaban las más exquisitas parábolas evan– gélicas de la misericordia. Alguna vez se justificó: «Dicen que soy demasiado bueno; pero si alguien viene para arrodillarse delante de mí, ¿no es esta una prueba suficiente de que implora el perdón de Dios?». Repetía: «La misericordia de Dios es superior a toda expectativa». Para superar obstáculos en algunas confesiones difíciles, daba ánimo: «Dos pecadores nos encontramos aquí. ¡Dios tenga piedad de nosotros!». Con decisión eliminaba dudas o escrúpulos o ansias, asegurando: «La responsabilidad recae sobre mí, señ.orn. Era firmí– simo en la doctrina. Estaba en el confesonario como en una garita, centinela para la defensa de la moral y de los derechos de Dios. Confió a un amigo: «Cuando confieso y doy consejos, siento todo el peso de mi ministerio y no puedo traicionar mi conciencia. Pri– meramente ante todo, la verdad». Al mismo tiempo era amplísimo al perdonar, al absolver. Para
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