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LEOPOLDO MAND!é 309 te'». Precisó al año siguiente, el 16 de agosto de 1936: «Yo fray Leopoldo hoy, antes de la hora de sexta, he comprendido la econo– mía de la divina gracia: que yo he sido llamado para la salvación de mi gente, del pueblo eslavo, y al mismo tiempo para la salvación de las almas, especialmente en la administración del sacramento de la penitencia. En resumen, con este plan tan claro, pondré todos mis esfuerzos en buscar por doquier, ayudado siempre por la gracia de Dios, el cumplir esta mi doble misión: ante todo la salvación de mi pueblo y también el cuidado espiritual de los fieles, por me– dio del sacramento de la penitencia». Su heroicidad en la doble vocación, ecuménica y ministerial, fue ratificada en el decreto sobre la heroicidad de las virtudes, del 1? de marzo de 1974: «Entendió que el plan divino no era que él en persona marchase a Oriente para ejercer allí el apostolado de la unidad, sino que se encerrase en una celdilla-confesonario. Desde entonces, veía su Oriente en cada alma que se le acercaba en busca de ayuda espiritual. Por esto, se entregó con intrepidez y con mara– villosa constancia a ese escondido ministerio, con intención misione– ra y espíritu apostólico». «Durante 30 años acudieron a él para confesarse innumerables almas; y se mostró siempre a punto, sereno, afabilísimo, dispuesto a cualquier sacrificio por el bien y el servicio de los fieles cristianos». Bisagra entre los pecadores y Dios Esta fue la delicada tarea, enorme y maravillosa, del padre Leo– poldo en Padua durante los 34 años de confesor: estar al servicio de los más necesitados, de los más pobres, como son los pecadores. Oír confesiones: «Esta es, en efecto, su misión, anotaba su superior provincial en los 'Anales de los Capuchinos de Venecia ', en 1923. Su constitución física muy débil no le permite dedicarse a otros mi– nisterios. En la confesión, no obstante, ejerce una fascinación ex– traordinaria por su gran cultura, por su aguda intuición y especial– mente, por la santidad de su vida. A él afluyen no solamente gente del pueblo, sino particularmente intelectuales y aristócratas, así como profesores y estudiantes universitarios y el clero secular y regular».
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