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LEOPOLDO MANDié 307 una estampita: «...He aquí que me ofrezco como víctima por los hermanos». En otra estampa, 6 de febrero de 1913: «Me obligo con voto, corroborado con juramento, a cumplir lo que falta a la Pasión en relación con los disidentes orientales». No pudo viajar por el mundo para hablar a los hombres; pero, eso sí, proclamó con insistencia su plegaria, propiciatoria e implora– tiva. Confió entre lágrimas a su enfermero: «¡Es preciso marchar a misiones orando!». Señala el padre Leopoldo las horas para la oración ecuménica y la renovación de su voto. Normalmente son las horas de la noche, puesto que durante todo el día no le dejaban los penitentes que solicitaban recibir el sacramento de la reconciliación. Promovió el ecumenismo, celebrando y viviendo la misa de ca– da día como compromiso ecuménico. He aquí un documento de su voto sacerdotal, del 19 de octubre de 1935: «Me obligo con voto: cuantas veces celebre la misa, si no me lo impide la justicia o la caridad, todo el fruto del santo sacrificio será por el retomo de los disidentes orientales a la unidad católica. Cuando la justicia o la piedad obliga de forma distinta, entonces, manteniendo esa misma justicia y caridad, todo el fruto excedente será para el mismo fin. Además, todas las otras cosas que en mi vida ocupan mi atención estarán en unión con el mismo santo sacrificio por el retomo indicado». Volvió a confirmar este voto, escribiendo a su director espiri– tual, el 14 de febrero de 1941: «Yo tengo siempre el Oriente ante mis ojos y siento que el Señor me invita a celebrar siempre los santos misterios, Intacta iustitia et pietate pro circunstantiis, (firmes la justicia y la piedad según las circunstancias) a fin de que a su tiempo llegue la gran promesa: unum Ovile et unus Pastor (un solo Redil y un solo Pastor). El Señor nos mueve a nosotros sus minis– tros a aplicar sus méritos en favor de los disidentes orientales: quie– ro decir, El ruega por ellos en cuanto que a este fin nosotros cele– bramos los santos misterios con esa misma finalidad. Está bien cla– ro que El mismo ruega por medio de nosotros». Constatando que la unidad de los cristianos había sido rota también por falta de amor, el capuchino croato estaba convencido de que se podía volver a la unidad rehaciendo el camino, intensifi– cando el amor. Si la caridad prepara la unidad, el padre Leopoldo
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