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300 LEOPOLDO MANDié del Grappa, 1900-1905; fue vicario del convento de Capodistria, 1905-1906; confesor en Thiene (Vicenza), 1906-1907, en el santuario de la Virgen del Olmo, al que volverá en 1908 después de un año de permanencia en Padua; desde el 25 de abril de 1909, ejerce el ministerio de confesor en Padua hasta su muerte, a excepción de dos paréntesis: el de internado por razones políticas (30 julio 1917-mayo 1918), en cuyo tiempo, al no tener la nacionalidad italia– na, vivió como desterrado voluntario en Italia sur -Tora (Caserta), Nola (Nápoles), Arienzo (Caserta)- durante la primera guerra mun– dial; el otro paréntesis, a causa del traslado provisional a Fiume d'lstria, del 16 de octubre al 11 de noviembre de 1923. Confesor muy solicitado a pesar de su duro carácter Los paduanos mostraron sincero afecto al padre Leopoldo, co– mo lo expresan las líneas de un periódico y la carta de un obispo. «La Libertad», diario de Padua, informaba el 31 de julio de 1917 sobre «la marcha de un capuchino benemérito» y preguntaba: «¿Quién no conoce en Padua al padre Leopoldo, el buen hermano capuchi– no? Apenas si salía del convento, no era orador, ni tenía pretensio– nes de ocupar un puesto para figurar... Solamente atender con asi– duidad al confesonario. Perfecto asceta, buscaba la sombra. Y, sin embargo, todos corrían a él en busca de consejo o de fortaleza. Todos los días y a todas horas había siempre en la iglesia de los capuchinos alguien que preguntaba por el padre Leopoldo: ricos, gente del pueblo, sacerdotes, profesores, profesionales, obreros. Ve– nían incluso de fuera de la ciudad, de lejos». «Después de ocho años ha tenido que abandonar Padua y ayer por la mañana ha salido para Roma... Cuando se supo que tenía que marcharse se presentó en el convento una procesión de conoci– dos y admiradores para darle el saludo de despedida, para recibir su bendición, para desearle que volviera pronto». «Desde estas columnas también nosotros nos asociamos a estos buenos auspicios, puesto que sabemos cuánto bien ha hecho el hu– milde y docto capuchino en nuestra Padua y qué vacío deja en el campo de la dirección de las almas». Es significativo que un diario lo-

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