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San Ignacio de Láconi Una alforja de providencia y de bondad Fernando de Riese Pío X Entre los nueve santos que florecieron durante los siglos XVI al XIX, Ignacio es uno de los dos únicamente canonizados del siglo XVIII. Es el primero en cuanto a ancianidad: ochenta años de exis– tencia, repartidos entre Láconi y Cágliari en los primeros tres cuar– tos de siglo, y sesenta años de consagración especial entre los capu– chinos de Cerdeña. Desde nifio, su vida transcurrió en un ambiente de milagros, tanto en Láconi como en Sarcidano, ciudades rodeadas de encinares y bosques. Encontrándose en las plazas con algunos chiquillos que estaban jugando -aseguran los procesos informativos- Vicente (así se llamaba, según el nombre del bautismo) «se paraba a mirarlos y sefialando con una varita unas veces a unos y otras a otros, decía: tú eres del cielo». Y, a los pocos días, aquéllos que había él indica-.. do, morían e iban de verdad al cielo. Una vez, a la hora de la comida, su tío Pedro Sanna tenía sólo dos panes disponibles para dar de comer a mucha gente que había trabajado su tierra. Intervie– ne Vicente y asegura que con aquella provisión hay suficiente. Y así fue. Comieron todos «a satisfacción y les sobraron panes para llevar a casa... ». De cuanto refiere el Summarium, publicado en 1868, en el apar– tado Positio super virtutibus que reserva más de 121 páginas a con– tar los milagros que obró en vida y 86 a los realizados después de su muerte, fray Ignacio resulta el santo más espectacular de todos los capuchinos. Se dan todas las condiciones para calificarlo como un personaje de leyenda. Uno de esos santos que parecen entresa-

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