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LEOPOLDO DE ALPANDEIRE 281 a un joven compañero-, vamos pidiendo y tenemos que recibir de buen grado todo lo que nos den; lo bueno y lo malo». Se encuentra con una cuadrilla de segadores: «Holgazán, traba– ja y no pidas. ¡Ya podías echarnos una mano!». Se les acerca son– riente: «Dadme una hoz». Y se colocó en el tajo. Luego diría con sencillez: «Y Dios me ayudó porque les dejaba atrás». Estos lances no eran infrecuentes. Otros labriegos le invitan a arar con idéntica mordacidad. Aceptó y lo hizo con tal perfección que los dejó bo– quiabiertos. Surgió el diálogo. - Yo soy un campesino como vosotros y no me he metido a fraile para holgazanear. En el convento cuido la huerta. Después escucharon sus consejos espirituales en orden a la vida eterna. Y le vieron alejarse con sentimiento. Uno de ellos sentenció: «Así de– bían de ser todos». Le dolía el corazón al ver más ignorancia que maldad y no desperdiciaba momento para instruirles en la fe y re– partir propaganda religiosa. Un día lo verán en una calle de Grana– da, metido en una zanja y sacando tierra con una pala. Otro se acercará a unos blasfemos albañiles incapaces de mover una piedra: - ¿Cómo os va a ayudar el Señor, si lo estáis ofendiendo? Vamos a rezar y todo será fácil. Se unió a los trabajadores y la piedra cedió al primer intento, como si hubiera perdido su peso. Pero hubo trances en que a los escarnios se unía la agresión. En una localidad cercana a Granada, la lluvia de piedras fue tan feroz que creyó llegado el último momento de su vida. De rodíllas, con los brazos en cruz, esperaba la muerte, de la que le libraron algunos que acudieron en su auxilio. Sublimación de la monotonía Después -itinerario para casi medio siglo- limosnero de Gra– nada. Con la cruz de su alforja sobre el hombro, irá de puerta en puerta sin saber cómo será recibido: «Una limosna por el amor de Dios». Y recibirá con igualdad de ánimo lo que le den. Limosnas con cariño, unos céntimos con ademán displicente, frases irónicas, portazos desconsiderados ... Y así mañ.ana y tarde en este deber mo– nótono y humillante, semana tras semana, hasta consumar los días que se requieren para casi completar el medio siglo.

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