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280 « ... el Señor me dio hermanos» servicio a los hermanos. Aquí su vida se remansa, como si el tiem– po se estacionase saturado de monotonía. Su mérito será saber vi– virlo intensamente, minuto a minuto, con unción, con rara ejempla– ridad. Por esos pueblos de Dios El 23 de noviembre de 1903, apenas trasladado al convento de Granada, emite sus votos solemnes. Gozaba en la soledad conven– tual, cercano a Cristo sacramento. Vivía su ideal. Pero un día, contrariando su amor a la clausura, con una al– forja sobre el hombro, la obediencia lo lanzó por la escabrosa oro– grafía de las cuatro provincias orientales de Andalucía. Aceptó el oficio de limosnero como una orden de Dios. Desde ahora, las ca– lles y plazas, las montañas y los valles serán el templo y el claustro de su vida capuchina. Hacía tiempo que existían «las dos España». La vieja obsesión de apoderarse de las riquezas de la Iglesia se había consumado. Las órdenes religiosas fueron expulsadas y sus bienes dilapidados. Se– guía la inquina anticlerical. Se proclamaban como tales algunos miem– bros del gobierno. Bastantes intelectuales cargaban sus plumas con negras tintas clerófobas, acusando a la Iglesia de todos los errores del antiguo régimen. El pueblo, inculto por el desgobierno, exterio– rizará su anticlericalismo con expresiones soeces. Un slogan: «Arrancar los velos a las religiosas para convertirlas en madres de familias». A los religiosos, ya en la I República, se les quiere negar el derecho de ser españoles. Los doctrinarios de la época incitaban a las masas proletarias al incendios de iglesias y a asesinar curas y frailes. Fray Leopoldo experimentará este clima hostil, hasta la contundencia. Sa– bemos algunas de sus peripecias sufridas. Recorrió caminos de polvo, de barro y de nieve con sus sanda– lias capuchinas. Labradores y pastores, al verlo, le insultaban y no faltaban gol– fillos que lo recibía a pedradas. No era poca fortuna si en ciertos lugares encontraba hospedaje o comida. ¡En cuántas ocasiones en vez de una limosna recibía un insulto! Pero su actitud era idéntica ante las limosnas que ante los ultrajes. «Hermano -recomendaba
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