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276 « ... el Señor me dio hermanos a los moriscos. Y es fama, que en el hogar de Diego se practicaban las tradiciones y virtudes cristianas. Hoy son muchos los que visitan Alpandeire en busca de recuer– dos de Francisco. A su sobrina, Jerónima, le invaden la casa y has– ta le arrancan astillas de puertas y ventanas. Tocan con veneración una piedra (utilizada en aquellos lugares para machacar el esparto), y que, ya fraile, le servía de almohada en sus fugaces visitas a su pueblo natal. A Jerónima y a sus convecinos les acucian a pregun– tas . Quienes bien lo conocieron o lo han oído a sus mayores dicen que desde su niñez era juicioso, dócil y de buenos sentimientos. Y concluyen con grafismo popular: «Tenía un corazón de oro». Lo confirmarán con algunas anécdotas. Desde muy niño, como primogénito, tuvo que ayudar a sus pa– dres en las faenas campesinas: guardar un rebaño, y, ya mayor, labrar las escasas tierras familiares. Cuentan que socorría a los po– bres con la comida que llevaba al campo, a costa de quedarse en ayunas, y más de una vez le vieron caminar descalzo por haber dado de limosna sus zapatos. Durante su mocedad solía ir a la campiña de Jerez para las faenas de la recolección. De regreso a hogar, tras una de aquellas temporadas, como hermano mayor, llevaba el dinero ganado por él y su hermano Juan Miguel en duras jornadas de sol a sol. En una ocasión -contaba Juan Miguel- encontraron un grupo de men– digos. Francisco, con el dinero recién cobrado, socorríales pródiga– mente. Juan Miguel, que no sentía tan caritativo estusiasmo, le arre– bató el monedero con ademanes y palabras airadas. Francisco calló y se despojó de su propio calzado. Otro detalle de la nobleza de su corazón fue la porfía con su padre para cumplir el servicio militar. Pagando cierta cantidad de reales podía un recluta librarse de «servir al rey». Diego hizo cálcu-_ los con el resultado de que le era rentable abonar aquella cuota, pues los brazos de Francisco redituarían con creces el desembolso. Pero él se opone a su padre. Razón única: su corazón, al que cree traicionar, consintiendo que otro joven, por necesidad, sufra los ries– gos que llevaba consigo el servir a la patria. Muchos de los que iban

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