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Leopoldo de Alpandeire La sublimación de la monotonía Angel de León El 22 de abril de 1894, León XIII beatificó a fray Diego José de Cádiz, apóstol capuchino que reavivó la fe en España durante el último tercio de siglo XVIII. Un año más tarde, mayo de 1895, se celebraron solemnes fies– tas en su honor, en Ronda, ciudad que custodia los restos mortales del beato . Para disponer espiritualmente al pueblo, se desplazaron a dicha ciudad andaluza dos padres capuchinos. Sus predicaciones fueron seguidas por multitud de fieles. Entre los oyentes asiduos se hallaba un campesino de unos treinta años de edad: Francisco Tomás Márquez y Sánchez . Hombre de pocas palabras, sintetizó el impacto recibido en esta observación: «Los frailes me llamaban la atención por lo recogidos que iban y por lo bien que hablaban del Señor». Y, hombre de hechos, toma una resolución: «Yo quiero ser un fraile como éstos». No le resultaría nada fácil. Un corazón de oro Alpandeire es una villa enclavada en las pétreas soledades de . la serranía de Ronda, provincia de Málaga. Comarca de ingentes macizos de roca y amenos valles, cuartel general del bandolerismo andaluz en aquella segunda mitad del siglo XIX. En este rincón, bucólico y bravío, nació Francisco Tomás, el 2 de junio de 1864. Sus padres, Diego Márquez y Jerónima Sánchez, eran humildes la– bradores. Descendían de cristianos viejos, procedentes de otras re– giones de España, con los que Felipe 111 repobló la villa al expulsar
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