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LUIS AMIGÓ Y FERRER 267 cías entre ricos y pobres. Monseñor Amigó trató de formar la con– ciencia social cristiana vitalizando los círculos católicos. Apóstol de la escuela En cuanto al tema de la juventud, era algo que le venía como anillo al dedo a quien tanto había hecho por sus estratos abandona– dos y abyectos. Pero, como a obispo, había algo que le retaba e irritaba: la implantación en España de la escuela única y laica, con sus pésimos efectos sobre una sociedad antes uniformemente católi– ca. El remedio para contrarrestar a aquélla lo estribaba en fundar escuelas católicas, arrastrando los grandes sacrificios que ello com– portaba, en particular, los económicos. Pero el gasto merecía la pe– na, pues se defendía el derecho de la Iglesia a la enseñanza y se presentaba batalla al enemigo en su propio terreno y con las mismas armas. Con esos fines abrió en Solsona un colegio para muchachos y otro para niñas y animó a sus sacerdotes a la fundación de escue– las parroquiales, dándoles normas oportunas para ello. Puso, ade– más, sumo empeño en que se enseñara el catecismo en todos los demás centros de enseñanza básica, instando a los inspectores a vi– gilar sobre la eficiencia de los maestros en ese campo. El 6 de mayo de 1911 organizó una comunión general para los niños de todas las parroquias de la diócesis, con participación de unos cuatro mil, administrándola el propio obispo a los de la capital. El quicio de su pedagogía era aquí el mismo que el legisla– do para los centros educativos de sus terciarios y terciarias: inculcar a los alumnos, «juntamente con las ciencias, el principio de la ver– dadera sabiduría, que es el temor de Dios». En su vida privada, el pastor seguía cultivando una serie de devociones, traídas, como el hábito que llevaba bajo sus vestiduras episcopales, de su convento capuchino: el vía crucis, la visita al San– tísimo, el rezo de la «Piísima» y de la corona de los Siete Dolores, del trisagio, de los dolores y gozos de san José, etc. Pero su alma sacerdotal se explayaba, sobre todo, en la preparación y celebración de la eucaristía, admirando su unción a todos los participantes.

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