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264 « ... el Señor me dio hermanos» capuchina. Como provincial efectuó una visita memorable a la es– cuela madrileña de reforma «Santa Rita», no pudiendo menos de relacionar este reecuentro con la santa de Casia, con su juvenil en– tusiasmo por la lectura de su vida y la estatuilla que le esculpiera un amigo en premio de su devoción a la misma. Hubo también de arreglar los problema planteados a la misión de la Goajira, ofreciéndose a marchar de misionero, previa renuncia al provincialato, lo que no fue aceptado. Otras realizaciones durante su trienio fueron el colegio de segunda enseñanza «San Buenaventu– ra», de Totana, la revista Florecillas de San Francisco, y una esta– dística general de la provincia de Valencia (1596-1901). Como gobernante de sus hermanos, le caracterizó una prudente dulzura para con todos, la fe y confianza filial en la divina Provi– dencia y el desvelo y actividad infatigables por el mayor bien de los religiosos, de los conventos, provincia y misión. Brillaba en él, además, una cualidad que parece heredada directamente de su ma– dre, y que el hermano socio en su provincialato describía así: Era «tan ecuánime y manso que nunca podría yo distinguir alguna pena o disgusto, que eran muchos». En 1900 viajó a Roma con motivo del año santo y de un con– greso internacional de terciarios, siendo agasajado por el cardenal Vives y admitido, entre un número selecto de cien peregrinos, a la audiencia papal. León XIII aprobaba dos años más tarde los dos institutos creados por el padre Luis y sus respectivas constituciones. Conforme a la naturaleza de las cosas y la voluntad del fundador, quedaban entroncadas aquéllas en la regla de la tercera orden regu– lar franciscana, bajo el espíritu capuchino adaptado a su peculiar finalidad. No obstante ese paso definitivo, se intentó segunda vez, por un religioso de otra orden, ganarlos para la jurisdicción de ésta, pero la maniobra, aunque bien tramada a espaldas del padre Luis, no tardó en fracasar. Además de la amargura interior que ese suce– so le causó, le asaltaba el demonio con tentaciones de soberbia, como la sugestión de estar llamado a más altos destinos que el de simple vicario del convento de Masamagrell, desempeñado en el bie– nio 1903-1904. Por el momento no escaló otras alturas que las de su reelección para definidor provincial y guardián de Orihuela.

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