BCCCAP00000000000000000000682

LUIS AMIGÓ Y FERRER 261 El 8 de febrero aprobaba el cardenal Monescillo el instituto, cuya razón de ser era aplaudida seguidamente por el obispo de Se– gorbe y diversas autoridades civiles y judiciales. Las constituciones, en su edición de 1890, estipulaban por fines de la nueva institución, el instruir en las ciencias y artes a adultos y párvulos, el servicio de los enfermos y el régimen y dirección espiritual de las cárceles y presidios. Las de 1910, si por una parte recortaban esos fines, por otra los ampliaban: «El fin especial es la educación correccio– nal, moralización y enseñanza d.e ciencias y artes a los acogidos en los Reformatorios o Escuelas de Reforma, y demás establecimientos similares, tanto públicos como privados». El 12 de abril tuvo lugar la inauguración canónica y en la cere– monia tomaron el hábito catorce aspirantes, apadrinados por las su– premas autoridades eclesiásticas y civiles del reino y ciudad de Va– lencia. Ocurría todo esto en la iglesia del convento capuchino de Masamagrell, donde el padre Luis era guardián: desde allí se trasla– daron procesionalmente el domingo de Ramos al edificio de la anti– gua cartuja para hacer el noviciado. Más allá de Don Bosco Si la atención a la infancia menesterosa fue una de las caracte– rísticas de la fundación femenina del padre Luis, el cuidado a la juventud extraviada se convertiría en el objetivo prioritario de la rama masculina. Sentida muy al vivo esa necesidad en su tiempo, en España no existía otra iniciativa oficial para atenderla que la Escuela de corrección paternal de Santa Rita, en Madrid, creada en 1883, cuya dirección fue ofrecida a los salesianos, pero Don Bosco no la acep– tó, al parecer, porque su ideal pedagógico no se avenía con los mé– todos imperantes en un correccional. El santo habría contestado a quienes le preguntaban por qué no recogía también a los chicos ex– traviados y difíciles: «Detrás de mí vendrá quien se ocupará de ellos». Puestos al frente de tal escuela dos sacerdotes, no resistieron mucho tiempo una briega tan dura, y aconsejaron se siguiera bus– cando una orden religiosa. Cuando se pidió inspiración a la Santa Sede, León XIII sugirió se confiase a los recién surgidos terciarios

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz