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LUIS AMIGÓ Y FERRER 255 viéndole peticiones de sermones de todas partes. Su apostolado, sin embargo, se concentró sobre el pueblo contiguo de Escalante, en cuya parroquia estableció sin tardanza una congregación de hijas de María y otra de Luises. Su forma de predicar estaba marcada a la vez por la sencillez y la fogosidad, y no perdía nunca de vista el consejo de san Francisco sobre el modo de anunciar la pena, la gloria, las virtudes y los vicios. El primer niño que bautizó fue un expósito, abandonado en– vuelto en pañales dentro de una cesta a la puerta del convento, con un letrero que decía: «No está bautizado; se le pondrá por nombre Jesús, María y José». Para dar al acto la mayor solemnidad posi– ble, el párroco y el alcalde de Escalante se empeñaron en que lo bautizara el neosacerdote, quien en vano se excusó alegando inexpe– riencia. Años después vería en aquel inesperado bautismo un prea– nuncio de la labor evangélica de sus religiosas de la Sagrada Fami– lia, uno de cuyos fines sería recoger y educar a niñas huérfanas y abandonadas. Otro apostolado peculiar, también profético, lo ejercitó en el penal de Santoña, logrando despertar la piedad de muchos presos. Regreso a su pueblo El 4 de octubre de 1879 se abría de nuevo el convento de Ma– samagrell, o de «La Magdalena», al que fueron destinados varios sacerdotes vueltos de la exclaustración y un novicio del propio padre Luis. Cuando el padre Esteban de Adoáin visitó la nueva fundación, le pidieron sus moradores, como a vicecomisario de los capuchinos españoles, que destinara a ella al padre Luis, pues nece– sitaban más sacerdotes jóvenes. A los pocos días se trasladaba aquel celoso superior a Montehano, y le confió al interesado, mientras éste le lavaba los pies, la petición unánime de los capuchinos de su pueblo natal, pero afiadiendo que no iría allá mientras él viviera. Tal vez el padre Esteban, que había visto lo bien que trabajaba lejos de su tierra el nuevo sacerdote, pues juntos habían venido a fundar la fraternidad de Montehano, y que lo conocía desde los días de Bayona y Antequera, tuviera otros planes sobre él. Pero

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