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250 « . .. el Señor me dio hermanos» tencia de su madre, que aún vivía. El escultor juzgaría pronto a los cartujos poco austeros para su ideal y se haría postulante tra– pense, pero no llegaría a vestir este hábito, por su repugnancia a la dieta de leche, básica en la Trapa. Su vocación religiosa terminó así, regresando luego a Valencia y casándose, tras una estancia no muy larga en París ejerciendo con éxito su arte. Los otros tres seguirían soñando también con la cartuja y dos de ellos llegarían a ser admitidos en el noviciado, pero, al final, todos vendrían a dar con sus huesos en la Orden capuchina y a participar en su restauración en España. José María continuaba tro– pezando con el obstáculo familiar de incierto porvenir de sus her– manas, no obstante la protección del sacerdote amigo. Buscando la bendición de san Francisco para que se le despeja– se el camino de la cartuja, en 1873 se hizo terciario franciscano. Y no hay duda de que no sólo las dificultades se disiparon como por ensalmo, sino de que en su horizonte el santo de Asís hizo brillar una luz insospechada. Se acercaba, además, para José María la edad de su enrola– miento en el ejército, lo cual suponía ponerse al servicio de un go– bierno revolucionario, enemigo de la considerada «causa católica», o carlista, y sin sentir en sí vocación militar alguna: habida cuenta de esas y otras circunstancias concurrentes un tío paterno, que hacía las veces de tutor, y el sacerdote que protegía a los cinco huérfanos, le autorizaron para gestionar su entrada en un convento. Junto con el amigo que le quedaba, consultaron a un jesuita, el cual trató de orientarlos hacia la Compañía de Jesús, sin conven– cerles. Por lo cual su consejo definitivo fue: «Pues no vayáis a la cartuja, en la que no profesaréis, por la diferencia de carácter entre franceses y españoles; dirigíos a un convento muy observante de españoles que hay en Bayona (Francia) y allí seguramente profesaréis». Novicio capuchino De ese modo se abrió ante ellos una meta hasta entonces poco menos que enteramente ignorada. Escribieron al superior de la des– conocida comunidad capuchina de Bayona, pues de ésta se trataba,

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