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248 « ... el Señor me dio hermanos» Vocación en ciernes En ese ambiente de piedad, cada vez más intensa, se fue des– pertando en él una vocación superior: la de abrazar el verdadero estado de perfección, según se lo llamaba. Pero ¿cómo hacerlo en un país del que los religiosos habían sido barridos más de treinta años antes? Yo «no había visto más religiosos que a unos francisca– nos que vinieron de paso a Valencia para Tierra Santa, y a mí me parecieron ángeles bajados del cielo», escribe en su vida. Sucesos de otra índole, como la revolución política y las des– gracias familiares, hicieron madurar rápidamente su espíritu juvenil. En 1868 era destronada Isabel II y las turbas se apoderaban tempo– ralmente de la calle al son de «viva la libertad»; en el 69 la ciudad de Valencia pasaba del estado de sitio al de plaza rebelde, siendo, por ello, bombardeada cruelmente: a duras penas pudo la familia Ferrer huir a Godella. En noviembre de 1870 moría su padre y, nueve meses más tarde, la madre, que, con la última mirada y unas palabras apenas inteligibles, le recomendaba el porvenir de sus her– manas, ruego que nunca se borraría de su mente ni de su corazón. Su sentimiento fue entonces el del alma que se siente absoluta– mente sola en el mundo y quiere dejarlo, o en pos de sus difuntos, o entrando en religión. Dios le facilitó esto último, inspirando al sacerdote, que asistió a la madre moribunda, la idea de hacerse car– go de los huérfanos, obra que cumpliría hasta su propia muerte en 1885. Así pudo el joven continuar sus estudios de humanidades y filosofía en el seminario hasta 1874, pero viviendo ya «con el pensamiento fijo en el claustro». Pensando en los cartujos Tenía José María otros tres amigos, además del mencionado, y todos cinco compartían de tiempo atrás ese pensamiento. Juntos habían puesto los ojos en la cartuja, orden suprimida en España como las demás, pero que les era más conocida a través de sus lecturas favoritas. Abrió brecha José Guzmán, marchando a Fran– cia, triste por no poder llevarse consigo a José María, dada la resis-
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