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246 « ... el Señor me dio hermanos» lengua italiana. A juicio de su hijo, se distinguió, como cristiano, por un corazón candoroso y compasivo y, sobre todo, por una fe firmísima, que le movió a replicar, cuando el sacerdote le hizo la pregunta, ritual in articulo mortis, de si creía en los artículos de la fe: «¡Pues eso podíamos hacer, no creer!». Moriría muy joven, hallándose sus restos tan incorruptos muchos años más tarde, al trasladarlos a la cripta de una iglesia de Masamagrell, que producía aún asombro el parecido de su fisonomía con la de sus familiares. La señora Genoveva Ferrer estaba dotada de un carácter sufri– do y prudente, y el dominio de sí misma era tan grande que nunca dejaba transparentar los disgustos y penalidades domésticos, alegan– do, con humor, que los extraños ninguna culpa tenían. En ese ho– gar nacerían seis hijos, dos de ellos varones; de las cuatro hijas, una moriría en la infancia. Primeras letras Siendo aun tan mno que ningún recuerdo personal pudo que– darle del pueblo natal, sus padres se trasladaron a Valencia, y allí entabló José María sus primeros contactos con las letras en una escuela de barrio. Un ayudante del maestro recogía cada mañana a los niños para llevarlos a clase. En cierta ocasión le ocurrió al hijo de los Amigó y Ferrer un percance que pudo resultar trágico. Mientras el grupo de muchachos esperaba al ayudante en una pla– zuela, cruzó por allí un lechero con sus vacas, dejándolas solas un momento para distribuir la leche entre los vecinos, instantes que aprovecharon algunos alumnos para improvisar, con sus abrigos, una corrida. José María, el más pequeño, huyó lleno de miedo, pero con tan · mala suerte que lo siguió la más brava de las reses y lo corneó duramente, estando a punto de empitonarlo por la barbilla, lo que hubiera podido ser mortal. Cuando el lechero se percató de la escena, «hubo de hacer mucha fuerza para desviar al cornúpeta, que estaba sumamente ciego» contra su inocente víctima. La primera comunión se retrasó hasta cumplir los doce años, pues antes de esa edad no se atribuía entonces a los niños juicio y conocimiento suficientes para recibirla. Desde aquella fecha se acer– caría con frecuencia al sacramento, y mucho más a partir del in-
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