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FRANCISCO DE ORIHUELA 241 nario y a la ornamentación de los templos, o lo repartía en limosna entre los pobres. Un sacerdote diocesano que le acompañó en varias visitas pas– torales a los pueblos de su diócesis, afirma de él: «Siempre le vi en oración a las doce de la noche, y si esto es de admirar cuando estaba en palacio, en los pueblos del río Magdalena, donde la plaga del mosquito se hace insoportable, parece una heroicidad. Jamás ocupó la cama que se le ofrecía; se postraba de rodillas en el suelo, lo bañaba con sus lágrimas y hasta con su sangre, mientras oraba o se disciplinaba. Como me daba tanta pena ver a mi señor le– vantado y yo tendido en la cama, me levantaba yo también; pero él me decía lleno de ternura: acuéstese, acuéstese, que usted no es capuchino; yo tengo la obligación de rezar los maitines a media noche». Debilitado en extremo por la enfermedad .y viéndose imposibili– tado para cumplir sus deberes pastorales, y a instancia de los supe– riores de la orden, presentó renuncia de su cargo, · y, regresando a España, se reintegró a la vida conventual. De nuevo entre noso– tros, fue un fraile más, sometiéndose en todo a la obediencia del guardián, al trabajo de la casa y a la observancia regular. «Todos nosotros podemos afirmar que siempre vivió dentro de la regla y del espíritu seráfico». Muere pobremente Los últimos días de su vida los pasó en el convento de la Mag~ dalena. Allí esperó con seráfica alegría a la hermana muerte. No pudo hacer testamento porque sólo disponía de la ropa que usaba y media docena de libros de piedad. A medida que se extinguía su vida, el sufrimiento se iba reflejando en su rostro, y el hermano enfermero trataba de aliviarle y confortarle hablándole de María. El 22 de agosto de 1914, octava de la Asunción y fiesta del Corazón de María, según sus deseos y recostado en el desnudo sue– lo entregaba su alma al Señor. La noticia de su muerte corrió como un relámpago por todos los pueblos de la comarca. Miles de fieles acudieron al entierro del que aclamaban como santo. «Aquello -me decía un testigo pre-
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