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234 « ... el Señor me dio hermanos» ra de los capuchinos españoles y cambiaría el rumbo de los aconte– cimientos. Así, a fines de 1888, los capuchinos volvían de nuevo a la Goajira. Finalizando el año 1891, el padre Francisco, tras su ofrecimien– to voluntario, fue destinado a la Misión de la Goajira. Esta Misión siempre ha sido considerada como una de las más difíciles de América; dos tentativas de restauración habían fracasa– do. El carácter altivo, independiente y seminómada de los goajiros, moradores de las desérticas llanuras de la península Goajira, con– trastaba con el temperamento taimado y taciturno de las Aruhacos, que habitan la fértil y selvática Sierra Nevada. Pero ambos grupos humanos, integrantes de la Misión, tenía en común la asimilación de muchas costumbres propias de un cristianismo decadente y el rechazo abierto a toda cultura extraña. Debido a ello, nuestros pri– meros misioneros sufrieron una gran desilusión al comprobar que los frutos no siempre respondían a la ilusión que ellos ponían en la obra misionera. La finalidad de la Misión era la civilización cristiana de los indígenas. En la mente del prelado diocesano y del gobierno prima– ba la idea de una pronta incorporación de los indígenas a la cultura nacional. El método empleado por nuestros. misioneros fue total– mente distinto al tradicional del tiempo de la colonia; el sistema de reducciones indígenas era reemplazado por el de Centro-Escuelas en los principales núcleos de población indígena y visitas programa– das en los de escasa población. El padre Francisco se incorporó rápidamente a la tarea misio– nal, partiendo de inmediato a visitar la Sierra Nevada. Estaría suce– sivamente al frente de los centros de Guamachal, La Sierrita y Gua– rero ... , donde trabajaría como maestro de escuela. Sentía sus limita– ciones y torpeza en aprender el idioma de los indígenas, y así se lo manifestaba con toda humildad al padre general; pero su celo apostólico desbordaba las barreras culturales. Si grandes eran las dificultades de tipo cultural, no menores eran las originadas del ambiente socio-político de la nación, envuel– ta en frecuentes revoluciones, como también las procedentes de la crisis interna de la Misión. En 1895 las escuelas y centros misionales fueron totalmente arra-

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