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INOCENCIO DE BERZO 221 se quejaba cierto día una mujeruca que había subido hasta la An– nunziata. En cambio tenía un superior que le venía a su medida; era un superior que no creía de ninguna manera en su santidad; más bien se molestaba cada vez que lo encontraba con los ojos bajos y recitando jaculatorias; y entonces buscaba las formas más originales de maltratar al pobre frailecito; en cambio, el padre lno– cencio se lamentaba de que las molestias que le causaba el superior le trajeran a él tanta alegría. La experiencia más intensa de su convivencia en fraternidad la experimentó poco antes de morir. Y no será aventurado afirmar que fue precisamente esta experiencia la que minó tan profunda– mente su salud que lo llevó a la muerte. Nos referimos a la expe– riencia de los ejercicios espirituales. Para él no se trataba únicamen– te de una tanda de ejercicios o de una serie de tandas seguidas. Se trataba de un contacto íntimo con las almas de sus hermanos los religiosos de la provincia. Con toda seguridad, pensar en los ejercicios, tener que prepararlos le resultó una nueva y estupenda experiencia. Mientras planeaba las pláticas y ajustaba la argumenta– ción, desfilaron por su mente muy vivamente los conventos, las fra– ternidades, sus hermanos los religiosos. Se iba a encontrar con ellos en un momento de gracia especial, como envueltos en la luz del Espíritu . Humildad y alegría Un aspecto interesante de la fisonomía espiritual del padre lno– cencio es la alegría, rodeada de humildad, que caracteriza sus relacio– nes con los demás. Al leer sus escritos sospechamos que estamos ante un alma turbada por el pensamiento de sus propios pecados y por el infierno; en cambio los testigos son acordes en presentarlo como un espíritu alegre, frecuentemente chistoso, sin perder nunca la mo– destia y el respeto por las personas que siempre le distinguieron. Pe– ro al mismo tiempo está presente, de una manera constante, en toda su vida, un cierto género de tormento cruel que marca su corazón y hasta modifica sus rasgos físicos: es el tormento del pecado. Cuan– do oía las confesiones sentía casi físicamente el peso del mal sobre la humanidad, la ofensa cometida contra Dios con el pecado.
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