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JOSEP TOUS I SOLER 163 1865. Nuevamente el Señor había de depararles grandes momentos de sufrimiento, puesto que la comunidad de Madrid pronto encon– tró auténticas dificultades, tanto económicas como internas. Al pa– recer, dependían demasiado de una señora que, dirigiendo el cole– gio, regulaba demasiado la vida privada y comunitaria de las her– manas. Otra circunstancia agravó la situación: la distancia en que se hallaban del padre Tous, quien por carta las orientaba y dirigía, aconsejándoles tuviera mucha paciencia en espera de mejores días. Pero no se limitaba a escribirles; pidió explicaciones de la situación en que se hallaban las hermanas a . las autoridades jerárquicas de Madrid para ir aclarando hechos. Pero no recibió en ningún mo– mento las aclaraciones esperadas, lo cual intraquilizaba al prudente y esforzado fundador, que seguía paso a paso los acontecimientos de Madrid con sumo cuidado. Agotado para el Señor Después de varios percances en el instituto, la hermana María Ana Mogas, priora principal, nuevamente aconsejada por personas contrarias al instituto, iba gestionando por su cuenta la obtención de la santa sede y del gobierno, respectivamente, la aprobación ca– nónica y civil del instituto, gestiones que debían realizarse por parte de las autoridades del instituto residentes en Barcelona. Físicamente agotado y humanamente solo, puesto que el padre Alpens y el padre Claret estaban nuevamente desterrados, el padre Tous tuvo que afrontar todas estas dificultades sin dar muestras de impaciencia. Puso, una vez más, toda su confianza en el Señor, intensificando los tiempos de oración para ver qué era lo que el mismo Señor deseaba de su obra. La verdad es que no le faltaban contratiempos ni dificultades. Pero tampoco el ánimo esforzado y la constancia inquebrantable para vencerlas y superarlas, convenci– dos de que ellas eran la señal evidente de la aceptación y agrado a los ojos de Dios. Sus recios años de noviciado entre penitencias y austeridades; su juventud azarosa entre los horrores de una revolución sangrienta; luego, el destierro, entre incompresiones e incomodidades; su vuelta a la patria sin el consuelo de poder reintegrarse a su «familia»

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