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JOSE TOUS I SOLER 153 solutismo y el liberalismo, y el carlismo, que la vino a agravar. Los superiores hacían lo imposible para mantener la observancia claus– tral: reorganizaron los seminarios, conventos donde los neoprofesos se perfeccionaban un año o más en el estudio de la gramática latina y formación humanística y espiritual; pusieron en buen orden y dis– posición las casas de estudios escolásticos de filosofía y teología y estructuraron casas de retiro o recolección de una estricta observan– cia regular. Terminado el noviciado, el padre Taus pasó al convento-seminario de Calella; luego, en 1829, aprendió lógica y propedéutica en el con– vento de Gerona; dos cursos de filosofía en Vic y los dos primeros de teología dogmática en Vilanova-la Geltrú. En 1833 recibió el dia– conado y en 1834, en Barcelona, fue ordenado sacerdote durante su tercer año de teología. Los años de 1834 y 1835 fueron de pánico para las órdenes religiosas en España; en el primero hubo la matanza, principalmente de jesuitas, en Madrid; en la primera mitad de julio de 1835 el degüello de dominicos en Zaragoza y el de franciscanos y carmelitas descalzos en Reus. El amanecer de los capuchinos de Barcelona del 25 de julio de 1835, festividad de Santiago, fue plácido y tranquilo. La comuni– dad capuchina cenaba muy pronto para estar en forma de levantar– se al filo de medianoche al rezo de maitines. Después de cenar, en un día caluroso de verano, unos paseaban por la huerta y los escolares, en una de las terrazas, jugaban a las damas o al dominó, esperando la señal de retirarse. En éstas estaban cuando se presentó un hermano gritando alborozado: podéis continuar jugando, que abajo están los que nos vienen a matar. Efectivamente, aquel anochecer del 25 de julio fue terriblemen– te tétrico para la ciudad. Al salir de una pésima corrida de toros, las turbas exaltadas se lanzaron a quemar conventos y a matar a sus moradores. Los jóvenes capuchinos, al constatar que incendia– ban ya las puertas de la iglesia, escaparon unos por los tejados y otros por unas tiendas vecinas. La mayoría de los religiosos perma– neció en el convento. Al día siguiente, a primeras horas de la maña– na, un piquete de soldados pasó por los conventos y se llevó a los religiosos que quedaban y otros que estaban en casas particulares,
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