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ESTEBAN DE ADOAJN 129 tro con un ambiente moral degenerado en tantos años de abandono espiritual. El gran número de matrimonios e hijos ilegítimos, la infi– delidad conyugal, los bailes indecentes, la falta de pudor, y muchas otras muestras de la misma galería fue lo que más dolorosamente le impresionó. Buscando remedio a esos vicios con su contrario, pensó en la inocencia de los niños, los instruyó en el catecismo, y preparó para la primera comunión en un acto solemne, comprometedor y conta– gioso a la vez para los mayores. No pocos de éstos comenzaron inmediatamente a dejar sus malas costumbres y acercarse a la igle– sia. Para que la conversión fuese más honda, organizó una misión general, cuyas alas fueron la predicación y el confesonario. No sólo la parroquia sino la zona entera se conmocionó, acudiendo gente de grandes distancias para oír la palabra de Dios y empeñando al misionero en el confesonario tanto tiempo que sólo le quedaban un par de horas para descansar. El 6 de abril de 1843 llegaba, en compañía de otro sacerdote capuchino, a San Fernando de Apure, puerto fluvial importante, fundado también por misioneros de su Orden en 1788. Predicando de pasada en ese y otros lugares del camino, por fin el 10 de mayo entraban en San Antonio de Guachara, meta de sus largas andanzas desde el viejo continente. Era un poblado indio y también de origen misional en el que hombres y mujeres no usaban otra ropa que el guayuco o taparrabos. Allí se repitió la consabida reacción de sorpresa en los jóvenes y de júbilo en sus mayores, que les asegura– ban: «Estos son los padres que instruían a nuestros antepasados. Estos son los que antes gobernaban a los indios, nuestros hermanos, éstos los que tanto se interesaban por nuestro bien». Entregados a su evangelización, pronto cundió la voz por la comarca y comenzaron a afluir los habitantes de otras rancherías. Entre los vicios más funestos descubrieron el de la embriaguez. El indígena en estado ebrio era capaz de vender cualquier cosa por una botella de aguardiente, desenfreno fomentado por blancos espe– culadores. Muy poseídos los misioneros de un arcaico concepto de su papel de padres de los indios y de autoridad suprema en las reducciones, idea confirmada también por alguna cláusula del con– trato con el gobierno, dictaron ~nas ordenanzas encaminadas a cor-
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