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ESTEBAN DE ADOAIN 125 piona el 22 de diciembre de 1832. En marzo de 1837 se le facultaba para oír confesiones y predicar. Pero ya antes de esa fecha había dado muestras de su gran celo por la salvación de las almas en la preparación de un joven homicida condenado a muerte y que se obstinaba a la impenitencia final. Viendo fray Esteban fracasar a todos con los recursos ordina– rip de persuación en esos casos, obtuvo lo que parecía imposible, disciplinándose violentamente a solas delante del reo, al tiempo que repetía: «Perdón, Señor, para un alma que se pierde». Más tarde, a lo largo de su· intensa vida de predicar, se valdría en ocasiones desesperadas, de piadosas ardiles para provocar el arre– . pentimiento de masas enteras. Con las cabezas de los santos bajo el brazo En la noche del 5 de agosto de 1834, los 52 religiosos del con– vento de capuchinos de Pamplona salían sigilosamente de la ciudad, que yacía bajo mando liberal, por no sentirse muy seguros tras la matanza de frailes en Madrid pocas semanas antes.· Llevándose el ajuar litúrgico de más valor, y «las cabezas de los santos» -de las estatuas despiezables de su iglesia- huían hacia la zona carlista del Pirineo. Entre los prófugos habían 19 estudian– tes, siendo uno de ellos el padre Esteban de Adoáin, que andando el tiempo, habría de verse en media docena de trances un poco seme– jantes, achacables siempre a factores de la misma ideología política. El acabaría sus estudios clericales transhumanado, de un lugar a otro más seguro, en esa carrera de sobresaltos, hasta que sobrevi– no el más fatal de todos, la exclaustración forzosa de 1836. Anticipándose a ese decreto de abolición de las órdenes religio– sas en España, el provincial de los capuchinos navarros, en prisión desde la huida nocturna de sus religiosos de Pamplona, ordenó exa– minar de teología y elocuencia al curso del padre Esteban. Este y otros dos compañeros fueron juzgados con preparación suficiente, pero bastante inferior a la de sus condiscípulos. Durante los primeros años de la supresión prestó ayuda en al– gunas parroquias, a la vez que estudiaba la teología moral.
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