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124 « ... el Señor me dio hermanos» do hubo de simultanear en su infancia con la escuela. A los 11 años el niño quedaba huérfano de madre. Educado en un ambiente doméstico y popular muy religioso, a los 18 sintió la vocación sacerdotal, que su padre, aunque sor– prendido, no estorbó. En un pueblo próximo había una preceptoría, en la que el párroco daba clases. de latín. Era en 1827. Al año siguiente, en que recibió el sacramento de la confirmación, se sintió llamado no sólo al sacerdocio, sino a la Orden capuchina, y se des– pidió de los suyos con estas palabras: «Me voy donde Dios me lla– ma. Algún día mi pueblo tendrá un santo». Al vestir el hábito religioso le fue cambiado el nombre de pila por el de fray Esteban de Adoáin. Un connovicio describiría más tarde al nuevo capuchino como de aspecto físico gallardo, blanco de tez y rubio de cabello: y «en el espíritu tenía algo de Natanael por su inocencia y sencillez». Ese doble retrato juvenil perduraría, acrisolado por los matices propios de cada edad, a lo largo de . su vida. Igualmente pertenece a aquel año de fervores primerizos otro rasgo definitivo, transmiti– do por el mismo compañero: «Esta noche he soñado -le confió un día fray Esteban- que yo salía de un bosque trayendo un negro a mis espaldas para bautizarlo». El certero autor de esos relatos clasificaba a su promoción co– mo la del año «8» del siglo, con indudable reclamo hacia la serie de convulsiones que agitaron a su patria a partir de aquella fecha, entre las cuales la invasión napoleónica y la feroz guerra subsiguien– te no fueron sino el prólogo de una larga serie de luchas políticas, militares, religiosas y sociales en que se vio envuelta la existencia de los españoles hasta el penúltimo momento de la centuria. Después de la profesión, fray Esteban hubo de completar los conocimientos humanísticos requeridos para la carrera propiamente eclesiástica de la filosofía y teología. . ·En el convento de Vera del Bidasoa, donde cursaba aquellos estudios previos, le sorprendió el efímero alzamiento revolucionario de Espoz y Mina y, con los de– más frailes, abandonó precipitadamente el claustro, «por si acaso», aunque pudieron volver a las pocas horas. Llegado a la edad canónka de recibir el presbiterado, antes de concluida la carrera eclesiástica, era ordenado de sacerdote en Pam-
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