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FRANCISCO MARIA DE CAMPOROSSO 119 se hizo eco del acontecimiento. La modulación de la noticia y su acento expresivo fueron diversos, pero todos coincidieron en un sin– cero y único pesar. Por la noche se colocó el cadáver en una caja de plomo y, por precaución profiláctica, ya muy entrada la noche, «sin luces, sin acompañamiento, silenciosamente» lo transportaron en un carro al cementerio de Scaglieno, donde al día siguiente tuvo lugar la in– humación «en el campo de los religiosos». El 18 de septiembre se registraron 10 muertos por cólera; el 19 solamente 4. El día 27 un periódico JI popo/o italiano daba la siguiente noticia: «con verdadera satisfacción constatamos que desde hace cuatro días la mortal enfermedad que este año ha visitado la ciudad, decae decidida y rápidamente». La exaltación Las lágrimas corren abundantes sobre su tumba; no le olvidan. Las gentes piden algún recuerdo suyo; los religiosos distribuyen cen– tenares de retratos y otros objetos suyos; pero, sobre todo, son los corazones sencillos que habían tenido contacto durante su vida con él, los que mantienen fresca .su memoria. Al cabo de tres afias, la caja que contenía sus restos «sin ser abierta» y espontáneamente, fue trasladada desde la tumba de tierra a una galería cubierta en un rellano superior del cementerio. Asistie– ron al acto «un empresario, tres religiosos no clérigos capuchinos, dos reformados y cuatro sacerdotes diocesanos» . A propuesta de un benemérito sacerdote genovés, Francisco Mon– tebruno, se esculpió sobre su tumba una estatua muy expresiva de mármol, obra de Carlos Rubatto; la inscripción sobre el pedestal la compuso el abad Jerónimo Campanella. El monumento se costeó por suscripción popular, «soldo su soldo» (peseta a peseta). En 1911 se reconocieron jurídicamente por primera vez sus ve– nerandos restos; dispuestos convenientemente los trasladaron a la iglesia, testigo de su piedad y de su caridad, donde reposan hasta hoy en medio de la ininterrumpida devoción de los fieles. El recuerdo del padre santo entre los genoveses se alimentó, aparte de las pequeñas estampas, de una serie de publicaciones apa-

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