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116 »...el Señor me dio hermanos» 1853 visitó Novi Ligure. El 8 de septiembre de 1862 asistió a la profesión religiosa de su sobrina en Chiavari, a la que visitó una vez más en 1865, en Novi. En la ciudad se produjeron muchos acontecimientos, pero en ellos su presencia fue más de espectador que de actor. En particular durante las revueltas jornadas de la insurrección de Génova en 1849, no es probable que tomase parte directamente, aunque alguno así lo haya escrito. Ciertamente que el gobierno revolucionario envió órdenes al padre guardián instándole a que los religiosos se unieran a los insurgentes, pero hasta ahora ningún documento prueba que los capuchinos empuñaran las armas. Por otra parte, los días de refriega no fueron muchos. La figura del religioso que baja a diario desde los capuchinos hacia la ciudad, envuelto en la humildad de su oficio, no se alteró a lo largo de los años. Con el pasar del tiempo, su imagen alta y austera comenzó a acusar fatiga y cansancio. Por el año de 1863 le aparecieron vari– ces en sus piernas. Las de la izquierda cicatrizaron y prefirió no someterse a una intervención quirúrgica; en la derecha se le presen– tó, además, una «costra callosa» debajo de la rodilla, debida proba– blemente a su costumbre de estar arrodillado. El cirujano, fray Pe– tronio, le practicó una incisión que le retuvo en cama durante cua– renta días y le obligó a llevar una polaina. A finales de 1865 volvie– ron las molestias y el médico, padre Apolinar, le sometió a nuevas operaciones. El espíritu se mantenía activo, pero la carne se hallaba enfer– ma. Otras pruebas delicadas le esperaban a nuestro hermano al apro– ximarse el término de su vida. En la primavera de 1866 se celebró el capítulo provincial. Al reflexivo y taciturno Alejandro de Rovereto sucedió en el cargo de provincial el decidido y rígido Juan de Acqui. Los ánimos continua– ban tensos porque fuera se recrudecía la borrasca. Como parte del exigente programa de gobierno, el provincial nombró superior de la Santísima Concepción al padre Anacleto Dagnino de Génova, re– conocido como de carácter áspero y fogoso. No disimulaba su ad– miración ante la virtud de su súbdito, pero, dentro de la línea de disciplina que impuso a la vida conventual, también impuso algunas
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