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100 « ... el Señor me dio hermanos» Algunas veces acompañó a su padre en las visitas que hacía a Mentone, donde intentaba poner en marcha un comercio; precisa– mente durante el regreso de unos de estos viajes fue cuando el mu– chacho demostró la coherencia de su vida con las palabras aprendi– das en el Evangelio. Su padre, Anselmo, según una tradición docu– mentada, le había comprado para la ocasión una magnífico vestido; pero el niño al encontrarse con un pobre tan pequefio como él, le había regalado gozoso ese flamante vestido. La reacción de su padre fue una sonora bofetada. Juanito ofreció inmediatamente la otra mejilla, lo que cortó en seco la ira de su padre y le llenó de admiración. La vocación del joven estaba unida a un secreto impresionante que recordaba como una anécdota misteriosa. Un día que formaba parte de una pandilla de muchachos conflictivos, con actuaciones secretas y equívocas, sintió que una mano invisible lo alejaba impe– riosamente de ella. En la guía de esa misma mano se confiaba, al abrirse ante él un camino del que no veía todavía claro su recorrido. En camino La meta no podía ser más que una, teniendo a fray Juan como compañero: el convento de San Francisco de Sestri Ponente, donde residía el religioso. Pensamos que los dos viajeros cubrieron los casi 150 kilómetros de distancia por etapas, al estilo franciscano, es decir, a pie, a lo largo de la fascinante cornisa de la Riviera. El trayecto, además, ofrecía a Juanito la oportunidad de conocer las particularidades de la nueva vida que pretendía abrazar. No tenemos documentación directa para comprobar el nivel de fervor de aquella comunidad. Seguramente sería parecido al de otras familias religiosas de aquel tiempo, que estaban comprometidas en la restauración, después de los desastrosos acontecimientos de la su– presión napoleónica. Por algunas frases, que más tarde se le escapa– rán al futuro fray Francisco María, parece que se sintió desilusionado. El 14 de octubre de 1822, los religiosos le concedieron. el hábito de la Orden franciscana seglar, confiándolo a la protección del gran

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