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90 « ... el Señor me dio hermanos» tono de su predicación. «Mi predicación es ya, de tres años a esta parte, en los términos que vuestra paternidad reverenda me apunta, ardiente, fuerte y de justicia, sin cerrar jamás la puerta de la miseri– cordia, etc. Los asuntos, singularmente los de misión, procuro que sean estrechos y de una doctrina terminante, etc., como, verbi gratia, un sermón: Nisi abundaverit iustitia vestra plusquam scriba– rum; otro: Nisi conversi fueritis et efficiamini sicut parvuli, etc. Por este rumbo van de algún tiempo a esta parte mis misiones». Nos ha prevenido ya el misionero que jamás hay que cerrar la puerta de la misericordia. Por eso no podemos achacarle que aquí se ha desviado del camino trazado en la carta al arzobispo de Toledo, al tratar de sus preferencias en punto a moral. El beato nos manifiesta más palmariamente su espíritu en la segunda carta al padre Jaime de Puigcerdá, la del 15 de septiembre de 1795. Espa– ña acaba de deplorar los desastres de la guerra con Francia. Parece que el capuchino catalán, en la suya del 10 de diciembre de 1794, se empeña en ver en aquellos reveses un castigo del cielo. El misio– nero, desde su retiro de Ronda, expone su pensamiento con profe– sión de citas de la Escritura. «Como estoy siempre atareado de modo que el tiempo no me alcanza para tanto como ocurre, no me es posible satisfacer adecua– damente y con extensión a todos los puntos que vuestra paternidad reverenda me toca en sus cartas. En la que aquí cito me reproduce el punto de los castigos, corroborándolo con lo que ya habemos visto y nos queda por ver. Confieso la solidez de los fundamentos en que se funda su modo de pensar; pero permítame no dudar de la que tienen los que me asisten para no pedirlos. Una misma cosa es la que todos pretendemos, cual es que los hombres se conviertan a Dios, y dejen de ofenderle, y vivan santamente, etc. Esto lo pide vuestra paternidad reverenda por medio de un castigo misericordio– so, y yo lo pido por medio de una misericordia sin castigo ... Yo pido a Dios, por los méritos de su santísimo Hijo, se digne darnos a los pecadores un conocimiento sobrenatural de nuestros pecados y de la ofensa que le hacemos con ellos, siendo, como es, un Dios tan bueno, etc. Porque estoy cierto que con este conocimiento deja– ríamos de ser lo que somos y seríamos lo que debemos ser. .. Pido el fuego de su divino amor y temor... Pido que sea su Majestad
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