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LOS ESTUDIOS EN LAS CONSTITUCIONES DE 1536 29 Desde hace siglos, la ciencia bíblica era universalmente conside– rada como la floración de la teología, y el fin de toda enseñanza teológica tendía a buscar y explicar lo más perfecta y profundamente posible el texto de la escritura (15). En épocas más remotas, esto es del siglo VII al XII, se seguía el método positivo histórico-exegético, interpretando frase por frase el texto sagrado, apoyándose en las sentencias de los Padres. A partir del siglo XII ya comienzan a va– lerse de la interpretación especulativa o dialéctica de la Escritura, sistematizando las verdades contenidas en la Biblia y en los santos Padres y justificándolas y profundizándolas mediante el método filo• sófico. Desde entonces se usaban como libros de escuela, juntamente con la Biblia las Sumas. En general la lección de Escritura tenía la precedencia (16), pero frecuentemente el curso filosófico ocupaba el primer lugar. Pero debían tener siempre presente que tanto el lector bíblico como el escolástico debían explicar la santa Escritura (17). Las discusiones del concilio de Trento se desenvuelven en el mis– mo círculo de ideas, y aun cuando los Padres se preocuparon primor– dialmente del estudio preciso de la Escritura, sin embargo la mayoría de ellos se mostraron favorables al curso escolástico. Ahora comprendemos el decreto sobre el ,,Curso de la santa Escri– turaiJ por lo que se refiere a los conventos. Antes, los estudios teoló– gicos habían sido desterrados de no pocos monasterios por conside– rarlos incompatibles con algunas reglas monásticas. Y como en el siglo XIII únicamente las Ordenes Mendicantes eran reputadas como Ordines Studentes (18), ahora también opinaban que sólo ellas, a causa de su vocación a la vida activa, eran las indicadas para el estu– dio y la enseñanza (19). (15) La documentición detallada en el P. Hilarino Felder, en: Die Anfange lectio (o. c., 241, lin. 40); igualmente los lector'es s. Sc1•iptm·ae son llamados lectores der wissentschaftlichen Studien im Franzi.skanerorden, págs. 491-497. (16) En el concilio de Trento ya se le llama !ectio pura o lectio simple de la santa Escritura. Concil. Trident., V, 133. lin. 32-35: 1.44, lin, 18-20. O 7) Las pruebas de todo esto en Felder o. c. 498-549. (18) Cfr. o. c., p. ,2.0. (19) Es muy significativa la proposición del dominico Domingo Soto en fo Sesión plenaria del concilio el 20 de. mayo de 1546: «Sunt quidam regularium Or– dines, qui meditationi tantum et ut pro populo christiano precentur Deum instituti sunt. Has lectione sacrae scripturae praegravare nihil aliud est quam eos a primo eorum instituto avertere et in aliam prorsus viam inducere. Fuerint eni.m multi et praeclarissimi quidem monaéhi absque ulla litterarum coimitiones. Et ut de ceteris monachis dicere omittam. quis porro diceret in Cartusianis monasteriis Jectionem sacrae sctipturae introducendam? porro nemo, nisi qui eorum instituta velit prorsus evellere... Quamobrem relinquantur. auaeso, ordinibus mendicantium lectiones sacrarum' scripturarum, qui ad hoc instituti sunt. ut praedicatione et 2liis muneribus rem christianam juvent». (Concl. Triden,t., I. 60. Jin. 39-48. Cfr. V. 150. lin. 1-7). Sin embargo el general de los Ermitaños de san Agu~tín, y el representante dé los abades benedictinos se pronunciaron por la introducción rlP la «Jectio sacrae scripturae» en todas las Ordenes (o. c. I, G0, II, 26-30; V. 151, lin.. 21, 49 ss.).

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