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26 tos ESTUDIOS EN LAS CONSTITUCIONES DE 1536 Al decir de Bernardino de Colpetrazo, muchos frailes de la pri– mera época temían realmente que los estudios dieran un golpe mor– tal a la sencillez franciscana. Se comprende fácilmente esta inquie– tud. El ideal de la reforma capuchina era la realización perfecta del espíritu franciscano. Ahora bien, cuando Francisco hablaba de los estudios, temblaba por la simplicidad, por la humildad y pobreza de la Orden. Más tarde, los Espirituales exagerados llegaron a afirmar que el estudio y la ciencia eran incompatibles con el ideal de la vida franciscana. Después de la extinción de los Espirituales, estas ideas se filtraron lentamente entre los Observantes, y precisamente entre los más fervorosos, de donde brotaron los Capuchinos. No es esto sólo. Se puede demostrar que en el áño 1530 los escritos de los dos jefes de los Espirituales, Angel Clareno y Hubertino de Casal, habían penetrado acá o allá en nuestra Orden (6). El observante Francisco Titelmans ya había sufrido, consciente o inconscientemente, la influencia de las ideas de los Espirituales, cuando abrazó la vida capuchina en 1536: Dejaba en pos de sí una carrera brillante, científica y literaria. Joven todavía, filósofo y teó– logo de fama mundial, autor de importantes obras, profesor estimado y querido en la Universidad de Lovaina, envidiado y temido hasta por Erasmo de Rotterdam, repentinamente abandona su cátedra y la Ord~n de los Observantes para vestir en Roma el hábito de los Capuchinos. Una antipatía irresistible pór el estudio. se había apo– derado de su alma. Desde entonces hasta su muerte, acaecida en 1537 1 se consagró exclusivamente, además de la oración y de las prácticas ascéticas, al trabajo manual, hacía cestas, curaba los enfermos, des~ entendiéndose enteramente de toda actividad intelectual (7). Ni el Vicario de la Orden, P. Bernardino de Asti, pudÓ conseguir que se decidiera a dirigir el proyectado Estudio general de Milán. El ejemplo de Titelmans hubiera difundido la aversión a les estudios en sectores más amplios de la Orden, si Bernardino y otros frailes prudentes no hubieran tomado a tiempo y enérgicamente las medidas oportunas (8). (6) La prueba nos la proporciona el P. Fredegando de Amberes, Le idee fran• cescane spirítua!i nei FF. MM. Cappuccini del secolo XVI. Cfr. L'Ita!ia Frances• cana, II (1927), 113-130. (7) WADDINGO-SBARALEA, Scriptores Ord. Min. s. v. Franciscus Titehnanus; DIONYSIUS GENUENSIS, Bibliotheca Scriptorum O M. s. Francisci Capuccinoirum, 2." ed. Genuae, 1691, 127-130; CHRYSOSTOME DE CALMPTOUT, Francois Titelmans de Hasseit, esquisse biographique, Roulers, 1903; A. PAQUAY, Frans Tite!mans va,., Hasselt, Hasselt, 1906. (8) Consúltese el capítulo de la Crónica del P. Bernardino de Colpetrazo: Ri– forma e Congregazione dei PP. Cappuccini, capítulo contenido únicamente en el Códice (1689) de la Biblioteca Casanatense. El Archivero de la Orden, P. Frede– gando de Amberes ha despertado nuestra atención en su intPrP.s,i.nte artículo PU• blicado en L'Italia Francescana, II, 116, n. 7.

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