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tos ESTUDIOS EN LAS CONSTITUCIONES DE 1536 25 monumental de las Actas del Concilio y nos descubre el estado de– plorable de la predicación y de los estudios en el clero secular y re– gular (1). La prescripción del IV Concilio de Letrán mandando que se establezca un curso de gramática latina en cada Catedral y un curso de santa Escritura en toda Iglesia Metropolitana (2) había sido letra muerta; muchos clérigos eran tan ignorantes que no podían segÚir un curso de Escritura explicado en lengua latina por no ha– ber apl'endido convenientemente la gramática; numerosas abadías y conventos habían sencillamente desistido de dar la instrucción apró– piad1l. a los futul'os sacerdotes; no pocos sacerdotes y canónigos no eran capaces de predicar la palabra de Dios; a lo sumo podían ser obligados a recitar una homilía tomada de una colección cualquiera, y los que predicaban, se perdían frecuentemente en el púlpito en cuestiones sutiles, entreteniendo al pueblo con novedades, fábulas y sueños en vez de estudiar y predicar la palabra de Dios (3). Al pensar en este estado tan deplorable, nos maravilla no poco la idea tan sublime que nuestras Constituciones de 1536 tienen del ofi– cio de la predicación, de la acción apostólica y del modo de reali– zarla, y se aprende a apreciar en su justo valor a nuestros Padres -y al frente de ellos a Bernardino de Asti, el prudente orgnizador de nuestra Orden- por haber fundado, con miras a los futuros predi– cadores, algunos ((conventos de santos y devotos estudios, donde la caridad y la humildad resplandezcan y se enseñen, así la gramática como las sagradas letras)), y haberse dedicado fervorosamente a la formación de los Lectores y de los Estudiantes. Bernardino de Asti, que intervino en las sesiones del Concilio (4), había pensado poner ,en Milán un estudio general bajo la dirección del célebre P. Francisco Titelmans de Hasselt. Falló el proyecto por– que el P. Titelmans no se decidió a aceptar este cargo (5). Esta inde– éisión fué motivada por la oposición que contra los estudios se iba abriendo camino, no solamente por lo que se refiere al P. Francisco sino en otros muchos religiosos. (1) Concilium Tridentinum, t. V. Actorum pars altera, ed. Stephanus Ehses, Friburgi Brisgoviae. Herder, 1911, '12-243. (2) MANSI, Amplissima CoU. Concil., XXII, 986-999. (3) Concil. Trident., loe. cit., 110, 113, 115, 116, 122, 124, 127, 130, 131. (4) El 14 de julio de 1546 predicó un sermón sobre la Justificación: Concil., I, 443, lin. 33; 560, lin. 10; V. 332, lin. 7; 336, 31. Los Ca,rdenales Legados juzgaban c;íU:e el' p·, Bernardino era del número de «alcuni teologi piu famosi che sian qui» (Ob. dt., X, 559, lin. 3-5, y nota 1). Abando,nó Trento a mediados de agosto de 1546 para acompañar al obispo de Acqui, Pedro Vorst, que había caído enfermo. En mida estuvo que no se ahogara en Chiusa de Verona al ser -despedazada por la violencia_ de las aguas la barquilla en la que hacía la travesía (Ob. cit., X, 107, !in. 19 s.). Cfr. Boverius, Annales ad a., 1545, n. 30. (5) En su Breviarium chronologicum, el P. Claudio de Bourges (l. c.) escribe: Voluerat tameri P. Bernardinus Astensis instituere studium generale Mediolani et ponere Íectorem P. Franciscum !Titelmanum si voluisset acceptare.

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