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24 LOS ESTUDIOS EN LAS C,QNSTITUCIONES DE 1536 to>>. No deben en sus correrías apostólicas c<ir cargados de libros)) para que estudien principalmente el libro de la Cruz sin el cual no hay verdadera predicación. ccPero quien ha de predicar de una manera digna y ordenada ne– cesita conocer algún tanto las sagradas Escrituras, y es evidente que no puede llegar a ese conocimiento sin un estudio competente. A fin de que un tan excelente, noble y provechoso ejercicio, cual es el ejercicio de la predicación, no venga a faltar en nuestra Congregación, en grave daño de las pobres almas de los seglares, se ordena que haya algunos conventos de devotos y santos estudios, donde la caridad y la humildad resplandezcan, y se enseñen así la gramática, como las sagradas letras, al cual estudio sean admitidos por el Vicario provin– cial y por los definidores aquellos frailes que se distingan por su fer– viente caridad, por sus loables costumbres, por su humilde y santa conversación y que tengan juntamente aptitud de aprender, de modo, que después, con su vida y doctrina puedan ser útiles y provechosos en la casa del Señor. Y no pretendan los estudiantes adquirir la cien– cia que hincha sino la que ilumina y vivifica el alma. Ni se entreguen tanto al estudio de las letras que por él se resfríen en el de la santa oración, porque harían expresamente contra la intención del seráfico Padre que no quería se dejase por cualquier otro trabajo científico; antes para poder mejor alcanzar el espíritu de Cristo, se esforzarán tanto los lectores como los estudiantes en poner mayor cuidado en el espíritu que en las letras, porque sin espíritu no se alcanza el ver– dadero sentido (de la santa Escritura), sino sólo la simple letra que ciega y mata)). Sigue después la exhortación a hermanar la pobreza y humildad con el estudio, teniendo siempre present,e la obligación que han con– traído con Dios al ser promovidos al estudio y juzgados dignos de ser introducidos en la verdadera y suave inteligencia de las sagradas Letras, debajo de las cuales está escondido aquel Bien sumo, que a quien le gusta es más dulce que la miel». Al fin del capítulo se encuentra textualmente, en 1536, la hermosa plegaria para pedir la verdadera ciencia, tal como hoy día se recita antes de comenzar las lecciones. Hoy en día, nos parece poco e insignificante cuanto aquí se ordena tocante a la predicación y al estudio, pero, si atendemos al estado de la Iglesia y de la Orden por aquel entonces, era mucho y suponía miras muy amplias. Pocos años después el santo Concilio de Trento se ocupaba precisamente de los mismos problemas, de la predica– ción y de los estudios necesarios para el ejercicio del ministerio apostólico. Por espacio de dos meses se ocuparon los Padres del Con– cilio de esta cuestión, hasta que el 17 de junio de 1546 se redactó el decreto ((Super lectione et praedicationeJ> del cual hablaremos más tarde. · La relación de las discusiones abarca mil páginas en la obra

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