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Capítulo III Los Estudios bajo el régimen de las Constituciones de 1536 Lo que más se destaca en las Constituciones de 1536 es la eleva– ción de miras y la insistencia con que se recomiendan y regulan en el capítulo IX la predicación y el apostolado. Apenas si se nota pro– greso sobre este particular en las Constituciones posteriores. Seña– lemos algunas de sus ideas :fundamentales: «La predicación de la pa– labra de Dios es uno de los más dignos, útiles, altos y divinos ofi– cios que hay en la Iglesia militante». No debe, pues, encomendarse sino a los :frailes que se distingan «por una vida santa y ejempla;r, claro y maduro juicio, :fuerte y ardiente caridad sin la cual ningun:1 ciencia y elocuencia es provechosa)), Los predicadores deben evitar en sus sermones las :fábulas, las novedades, las poesías, las doctrinas curiosas e inútiles. Deben dejar a un lado «las cuestiones y las opi– niones vanas, las lisonjas y las sutilezas)>. Deben, a imitación de san Pablo, «predicar a Cristo crucificado en el cual están escondidos los tesoros de la ciencia y sabiduría de Dios». Como Jesucristo, autoridad suprema, nos ha revelado su palabra en el Antiguo y Nuevo Testamento, deben dedicarse continuamente a la lectura de las santas Escrituras y por lo tanto de los santos Doctores. Deben sobre todo «servirse del Nuevo Testamento, y espe– cialmente del santísimo Evangelio, para que seamos predicadore_s evangélicos, e inculquemos al pueblo el espíritu evangélico». Considerando la desnudez y humildad de Cristo en la cruz abs– ténganse de «expresiones rebuscadas, brillantes y afectadas y sírvans@ de palabras claras, sencillas, humildes, llenas de ardor y caridad como el vaso de elección el apóstol san Pablo que predicaba no con pala– bras sublimes y elocuencia humana sino con virtud del Espíritu San-

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