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el seguido y propuesto por Francisco de Asís. Esta configuración específica hace precisamente significativa en la iglesia la presencia de múltiples ex– presiones de vida religiosa (cfr PC 2b). Naturalmente, esto vale también en el ámbito del franciscanismo don– de las numerosas familias, signo de prodigiosa vitalidad, son como otras tantas flores diversas en el jardín seráfico y todas, con su multiforme irisación espiritual, contribuyen a la plenitud del carisma franciscano, en vivo dinamismo de virtud y de obras. A través de sus hijos e hijas, san Francisco continuará su misión entre los hombres de nuestra época, reco– rriendo los caminos del mundo como "Heraldo del gran Rey", para recor– dar a todos el amor que Dios tiene por todas las criaturas (cfr Jn 4,16; Rm 5,15-21; 8,19-23). El se sirve de todos nosotros franciscanos global– mente tomados y, en particular, de una de nuestras órdenes o congrega– ciones, de cada comunidad, de cada persona individual, hermano, herma– na, laico. Francisco de Asís, el hom– bre todo de Dios, espera mucho de aquellos que siguen su experiencia carismática. No quiere ¡;¡entirse desi– lusionado por ninguno. Si todos nosotros, hijos espirituales del Poverello, volvemos al antiguo fervor de santidad y si nos ponemos - 71

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