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lo mira con pesar, como un bien le– jano e irremediablemente perdido. Esta actitud, bastante difundida, sue– na un poco como aviso para todos los hijos y las hijas espirituales del Poverello. A los ojos del hombre con– temporáneo no demostramos tal vez encarnar suficientemente aquellos va– lores humanos y evangélicos de los que san Francisco fue eximio porta– dor para su tiempo. Mas el santo de Asís no acepta delegaciones: él ha completado su parte con extrema ge– nerosidad, sus seguidores deben cum– plir la suya a la luz de Cristo. El mismo lo ha puntualizado ante de abrazar a la hermana muerte (cfr 2C 214). Por consiguiente, todos debemos sen– tirnos alegremente empeñados en el ingente trabajo del reino de Dios: los hermanos con su servicio a nivel doctrinal y apostólico, mas sobre to– do en el compromiso de ser cohe– rentes con la vocación franciscana; las hermanas de vida contemplativa y activa, llamadas a una intimidad privilegiada con el Señor; los herma– nos y las hermanas de la OFS, ele– gidos por Dios para manifestar su amor y caminar más expeditamente en las vías de la perfección cristiana. Y no sólo debemos recorrer los sen– deros más acreditados del espíritu, comunes a todos aquellos que aspiran a las cumbres de la santidad evan– gélica, sino que debemos caracteri– zarnos según nuestro carisma que es - 70-

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