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nos con el parámetro del ideal pri– mitivo. La crisis actual y el atenuarse de perspectivas para el futuro ¿no depen– den tal vez del vacío espiritual que congela frecuentemente nuestra vida y de nuestro conformismo con la so– ciedad consumística? Se impone un severo examen de conciencia, hecho cara a cara con san Francisco, delan– te del Crucifijo, para devolver sabor a la sal (cfr Mt 5,13; Le 14,34; Me 9,50). e) Para todos nosotros este cente– nario representa un providencial acontecimiento que nos invita a re– proponernos la pregunta del Herma– no Maseo a san Francisco: "¿ Por qué a tí, por qué todo el mundo va detrás de tí y no parece sino que to– dos pugnan por verte, oírte y obe– decerte?" (Flor 1O). ¿No es quizás porque el Santo de Asís ha sabido de– jar .espacio a la acción de la gracia (cfr lC) y renovar en sí el ideal evan– gélico? (cfr Flor 1). El estaba acostumbrado a practicar todo lo que inculcaba y exigía de los demás después de haber sometido primeramente a sí mismo a la mi– sericordia divina y a la ley del amor. Por tal motivo podía afirmar que no temía ser encontrado incoherente (cfr lC 36; LM 12,8; TC 54). Aun hoy san Francisco se ve ro– deado por una inmensa simpatía y profunda admiración. Pero la gente - 69 - sacar frutos de conversión
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