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sacrificio (LM 8,6), vuelve al agua los peces atrapados en el anzuelo (lC 61) restituye la tórtola a la li– bertad (Flor 22), saluda al rebaño que está paciendo (LM 8,7), recoge los gusanos del camino para que no sean pisoteados (lC 8; 2C 165), es delicado con el lobo hambriento (Flor 21) y con las abejas (2C 165); dialo– ga con el halcón (3C 25), el faisán (3C 26), la cigarra (3C 27). Francisco quiere que no sólo las flores y las hierbas olorosas tengan un espacio para prosperar, sino aun los hierbajos, que también cumplen una función propia en el cuadro de la naturaleza (cfr 2C 165; LP 51). Recomienda que, al cortar leña por necesidad, los hermanos no poden to– do el árbol, para que pueda dar nue– vos retoños (2C 165). ¡ Cuánto debe aprender el hombre de nuestro tiem– po! A veces las criaturas intercambian sus atenciones hacia el santo que tan tiernamente les ama y que respeta su significación en una visión total (cfr 3C 20 y IC 58; 3C 21 y lC 59; LM 8,7). Estrechado en un mismo pacto de amor, el hombre y las criaturas (cfr LM 9,11) proclaman sin fin cuán her– moso es el Padre de toda la creación (2C 165). Francisco ha sabido identifi– car el código de lectura de este gran– dioso lenguaje, fácil, inmediato, elo– cuente, accesible a todos. Por esta - 64 -
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