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y en común búsqueda de la volun– tad del Señor, se cualifica como fra– ternidad. El ideal de igualdad, de confluencia de los carismas persona– les a servicio de los otros y del mun– do, la alegría de vivir juntos como otros tantos hermanos y hermanas, las recíprocas atenciones y urgencias, el entusiasmo en cumplir con fideli– dad los propios deberes y en reali– zar el propio trabajo, el espíritu de sacrificio alegremente alimentado, etc., hacen de la fraternidad fran– ciscana una porción elegida de la igle– sia terrena y una anticipación de la jubilosa asamblea celeste (cfr PC 15; ES 25; LG 44). San Francisco fue llamado seráfico por su ardiente amor; los primeros franciscanos eran un espectáculo edi– ficante por la caridad que recíproca– mente se demostraban (cfr lC 38 y el 39; TC 11). La perfecta alegría animaba su presencia allí donde mo– raban y hacía muy caluroso su reen– cuentro después de la ausencia. El espíritu de fraternidad y de co– laboración debe ser particularmente incrementado no sólo a nivel de co– munidad local, sino también entre las varias provincias de una misma Or– den o Congregación y también entre todos los Institutos franciscanos, cual– quiera que sea su configuración jurí– dica. El ejemplo de san Francisco nos obliga a repetir una vez más todavía - 60 -
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