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sabe que el hombre y la mujer están llamados igualmente por Dios a con– dividir la vida humana y a colabo– rar en el plano de la salvación como hermanos y hermanas, sin dominar los unos a los otros. El no hace dis– tinción entre su llamada y la de Cla– ra. J acoba de Sietesolios goza de su plena confianza. En su apostolado itinerante él se dirige siempre a los hombres y a las mujeres (Cfr lR 23, 20); acoge en su campaña no sólo hombres, sino también mujeres de todas las condiciones sociales; mu– chachas, casadas y viudas. A todos, hombres y mujeres, ofrece idéntico programa de vida evangélica, sin dis– criminaciones. Le gusta apelar a al– gunas cualidades femeninas y quiere que el amor fraterno se inspire en el amor de su madre (lR 9,14; REr 2- 13). Define a la pobreza como "su se– ñora" (2C 84). En el mundo contemporáneo la mujer ha llamado la atención sobre sí, sobre su rol en la familia, en la sociedad y en la iglesia. El espíritu franciscano quiere que la mujer se– gún el proyecto de la creación y de la redención, exprese la plenitud de su vocación femenina. De hecho las mujeres y los hombres que siguen a Francisco, aun condividiendo el mismo patrimonio espiritual, poseen un tono diferente en el vivir el mis– mo ideal y en la acción apostólica. Esta diferencia debe ser conservada con respeto ya que representa un en- - 55 -

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