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trabajo, las crecientes preocupaciones económicas, el aparecer de ideologías materialistas y hedonistas, el laxismo de las costumbres, el permisivismo generalizado en la sociedad de hoy, la consiguiente inmadurez psicológi– ca, la inestabilidad de las estructu– ras y la fluidez de los modelos, las insistentes solicitaciones propuestas por los medios de comunicación so– cial, y otros factores a menudo im– ponderables minan frecuentemente los empeños del matrimonio y hacen precario el amor de los esposos, con las obvias consecuencias deletéreas para los mismos cónyuges, los hijos y las futuras generaciones. Los franciscanos deben insertarse activamente en la pastoral de la fa– milia que la iglesia del postconcilio promueve con toda clase de medios que vengan sugeridos por el celo apostólico. La evangelización del pue– blo, en ambiente cristiano y en terri– torio de misiones, forma parte de las más bellas tradiciones de la vida franciscana. Aun en el momento pre– sente los hijos espirituales de san Francisco deben trabajar con fe para que Cristo vuelva a ser el corazón del mundo y la familia sea en verdad iglesia doméstica, convocada por el Espíritu y nutrida de amor. San Francisco ve todas las criatu– ras a la luz de Dios y de modo parti– cular percibe la gran dignidad de la persona humana (cfr Adm 5,1). El - 54 - el franciscanis y la mujer
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