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zarse y comprender el sentido pro– fundo de su presencia en la iglesia y en el mundo. Una mirada, aun rá– pida, a los orígenes (cfr Flor 16; lC 36 y 37; TC 54; LM 4,6) les estimu– lará a un empeño de vida evangéli– ca, de testimonio y de laboriosidad. Escuchando a Francisco de Asís y viendo, sobre todo, su ejemplo, mu– chas personas abandonaron las vani– dades del mundo, redimensionaron la importancia de los bienes terre– nos, vivieron santamente a la luz del evangelio, se dedicaron a los pobres. Francisco aparecía como una nueva estrella enviada del cielo para indi– car a los hombres el camino de la salvación, algún tanto olvidado. Mu– chos, de hecho, olvidando al Señor y su palabra, se enredaban en los ne– gocios materiales y se encallecían en los vicios (cfr lC 36). El contexto en el que nos encontra– mos viviendo y desarrollando nuestro servicio evangélico no es muy dife– rente del ambiente de san Francisco y de los primeros terciarios francisca– nos. Los hermanos y las hermanas de la Orden Franciscana Seglar sa– ben bien que su parte en el mundo actual se concentra, sobre todo, en dos opciones de fondo, que incluyen diversos aspectos y aplicaciones: - profundizar las características de su identidad, tomar conciencia de que la propia misión es plenamente válida y preciosa, cargarse de entu– siasmo mediante el contacto con el - 52 -

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