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Esta sería, en verdad, una respues– ta concreta a la llamada del mundo contemporáneo que está cansadc• de bonitas palabras y quiere hechos. También las monjas franciscanas, clarisas y terciarias, que se dan en– teramente a la contemplación, aunque no pueden atender directamente el apostolado activo, no obstante contri– buyen en medida eminente a la vida del cuerpo místico de Cristo. Con su plegaria continua, con la diaria obla– ción de su e:x1istencia en sacrificio agradable a Dios, con la gozosa sole– dad que favorece una más íntima co– munión con el divino Esposo, ellas im– ploran constantemente la presencia del Señor en medio de su pueblo y obtienen una "misteriosa fecundidad apostólica" (PC 7) para las diversas obras que los hermanos y las her– manas de vida activa desarrollan se– gún los dones del Espíritu (cfr 1 Cor 12,4; Rm 12,5-8; Es 17,11). En este momento es parte particu– larmente interesada el mismo laicado franciscano, enrolado por Francisco en la plenitud de la vocación cristia– na. Viviendo el ideal evangélico en sus familias, los hermanos y las her– manas de la Orden de penitencia (cfr LM 4,6) realizan un auténtico itinerario de santificación y ofrecen un verdadero testimonio de fe. Con la ayuda del Señor que inspiró a san Francisco, ellos deben aprovechar es– ta ocasión centenaria para enfervori- -51- misión de la vida contemplativa rol peculiar de la OFS

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