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a) La pretensión de los humanis– mos ateos, que han hecho su apari– ción a menudo en la historia del hom– bre, parece acusar una vez más su derrota. Las esperanzas limitadas a un horizonte terreno han apagado las aspiraciones fundamentales de la existencia y desilusionado irremedia– blemente al hombre contemporáneo. Por el contrario, él se encuentra per– plejo e inquieto, porque se ve ame– nazado por los resultados de su in– genio y de sus fatigas (cfr RH 15). El apostolado de los franciscanos en– cuentra, pues, una psicología huma– na libre de ilusiones y abierta al mensaje evangélico. signos de los tiempos en clave humana: El hombre de hoy espera con in- la quietud y espera mucho de aquellos que encarnan los grandes valores de apertura al evangelio la existencia. Es en este providencial contexto antropológico donde el franciscanis– mo está llamado a intervenir con oportunidad y con aquella prudencia inspirada que es propia de los hom– bres de Dios. b) En este siglo hemos asistido, Y operadores en parte estamos asistiendo, a algu- de paz nas entre las más graves aberracio- nes que han hecho estrago en la dig- nidad humana. Las violencias de los Estados, de los grupos terroristas, de ciudadanos privados ; las subyugacio- nes de cuño político, de naturaleza cul- tural, ideológica, hedonística, publi- - 46 -

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