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y por tanto el mismo Padre; 2) por– que condividen con el hombre el don de la existencia y el mismo destino; 3) porque todas las cosas son símbo– lo y vehículo de Cristo, hermano pri– mogénito de toda criatura (cfr LM 9, l; lC 80-81). Aun en las criaturas más ínfimas Francisco percibía la presen– cia memorial de Cristo y todo''el mun– do físico le aparecía como una gigan– tesca custodia natural del Hijo de Dios Encarnado, "Sol", "Flor", "Vid", "Luz"; "Cordero", "Piedra", etc. En Cristo, finalmente, toda criatura "lle– va significación" del Altísimo (Cant 4) El aspecto más sorprendente de la relación perfectamente humanizada entre Francisco y las realidades te– rrenas es el de la obediencia en re– lación a las mismas criaturas (cfr SalVir 14-18). Dado que Dios puede expresar su voluntad sirviéndose aun de sus obras, el Poverello observa atentamente la creación, escucha sus voces misteriosas y escruta el mudo lenguaje de las cosas, enriquecién– dose cada vez de nuevos y más vivos arranques de entusiasmo espiritual (cfr EP 113). Es la máxima de las liberaciones a la que criatura alguna haya llegado en la mística cristiana (cfr 2Qor 5,19). Francisco trataba las cosas "como se– res dotados de razón" (lC 81) y les hablaba "como si hablase a los hom– bres" (Rs 4 en FF 2307). - 33 - servir al mundo no servirse de él

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