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reíación disarmónica, no da derecho a mirar con pesimismo las criaturas, que son bellas, castas, preciosas, muy útiles, reveladoras del Buen Señor (cfr Cánt passim). Francisco ha recuperado para la espiritualidad cristiana aquellas ma– ravillosas páginas del Génesis que re– velan la creación y que ciertos movi– mientos espirituales del medioevo, con su concepción negativa, habían arrinconado. La ley de gravedad de su espíritu, teniendo como epicentro a Dios que es "el bien", "todo bien'' y el "sumo bien" (AlHor 5), lo hacía girar en la órbita del amor y al mis– mo tiempo lo inmunizaba de cualquier afecto deletéreo. La pobreza liberado– ra incesantemente le recordaba el principio evangélico de la salvación escatológica: j en el mundo, pero no del mundo! Aun sin quitar importancia a la confluencia positiva de múltiples fac– tores que en aquel tiempo fermen– taba en varias partes de Europa, como particularmente la cultura gótica más atenta a lo real, es necesario reconocer que la recuperación de las realida– des terrestres ha sido un mérito ca– racterístico del franciscanismo. Tal revalorización de la naturaleza tiene sus raíces sobre todo en la Biblia y en la teología. Las criaturas son "hermanos" y "hermanas" por tres razones fundamentales: 1) porque tie– nen con el hombre un origen común - 32 - motivos bíblicos de solidaridad cósmica
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