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todos los hombres aun no cristianos, a todos los animales, a la naturaleza entera (SalVir 14-18). Con la pobreza heroicamente testi– moniada respecto a los bienes mate– riales y espirituales él afirma a Dios como el Bien absoluto que detenta el primado en cualquier existencia y en confrontación con cualquier valor contingente. Con corazón puro y li– bre de todo sentimiento de poder so– bre las cosas y las personas, Fran– cisco se abre al espíritu del Señor. Quiere ser pobre hasta en sus rela– ciones con Dios, purificando cada vez más sus aspiraciones . En el orar huye de la súplica para evitar apro– piarse del Altísimo; su oración es más bien de alabanza, de agradeci– miento, de encanto místico (LM 14,2). Con la castidad por el reino de los cielos Francisco consigna y abando– na su cuerpo al Señor nuestro J esu– cristo (cfr lR 16,14). Y, en el espíri– tu de la comunión de los santos, él prefigura a los contemporáneos el es– tado futuro del hombre llamado a ser hijo, amigo y comensal de Dios. En las biografías antiguas se encuen– tra a menudo la afirmación admira– tiva de que Francisco "parecía ver– daderamente un hombre nuevo y de otro mundo" (lC 82; también lC 36). - 24 -

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