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con los hombres y con las cosas "co– mo hombre nuevo" fue el fruto ge– nuino de esta revelación de identidad debida a la iniciativa de Dios, princi– pio del ser y del conocimiento, meta de toda existencia humana que vis– lumbra el propio destino final más allá de la historia y del tiempo pre– sente. Para Francisco el objetivo supremo del itinerario hacia la plenitud hu– mana es el Dios trinitario revelado en el Verbo hecho carne (CtaO 62-65), el Dios bíblico de la tradición familiar, de la predicación y de la liturgia de su tiempo. Pero Francisco no fue un creyente pasivo, que recibe sin ru– miar. Su genio naturalmente vivaz y creativo lo llevó, por vía de contem– plación, a imitar y a leer en clave personal la imagen eclesial de Dios. En un cierto sentido él la revisó se– gún su medida y la de su tiempo. Caían esquemas hermenéuticos que aparecían gastados e insignificantes para la época que comenzaba a nacer. No habiendo recibido una educación superior con monjes y clérigos, en– tonces casi los únicos depositarios y transmisores de cultura, Francisco admitía con humildad ser "iletrado e inculto" (cfr lC 120; 2C 141 y 145; LM 6,5; Test 23; LP 103; EP 45). Provenía directamente de experien– cias mundanas y respiraba el clima del evangelismo laical del cual bien conocía las fricciones con la autoridad - 18 - el Dios de la tradición familiar y eclesial vivido en clave personal

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