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lógicos y preparación técnica y profesional, nun– ca como en los tiempos actuales (Perfectae ca– ritatis, 18 y Constitución 136). La primera razón por la que los Hermanos deben especial atención, hoy, al deber de la formación permanente es que son miembros e hijos de una Iglesia en movimiento y a la bús– queda de adaptaciones para las nuevas necesi– dades que emergen en su interior y en el mun– do. En tales circunstancias, la solidez en la pro– pia vocación franciscano-capuchina constituye un presupuesto indispensable, para interpretar los signos a la propia identidad, para hacer fren– te a las nuevas situaciones y para saber trans– mitir el ideal de vida evangélica, evitando el inmovilismo y las experiencias a la ventura. Para los Hermanos sacerdotes, la necesidad de una formación permanente proviene del he– cho de que son pastores de hombres más cultos, más informados, inmersos en un mundo ideo– lógicamente pluralista, donde el cristianismo es– tará expuesto a múltiples interpretaciones y sospechas por parte de una cultura cada vez más extraña a la fe. Les será imposible realizar el propio servicio a la fe y a la comunidad ecle– sial sin una fuerte formación teológica, inicia– da ya desde el seminario y continuada de una manera permanente. Ni hay que olvidar que hoy ha aumentado la cultura teológica de mu– chos laicos, los cuales frecuentan clases y fa -14

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