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vida fraterna y en la orac10n (C. P. O. Quito, II A, 8; Const. n.º 80). Muy acertadamente los hermanos, sobre todo misioneros, que no pueden llevar una vida co– munitaria, van logrando formar la fraternidad orante con sus colabadores y con los demás fieles. 36. La Liturgia de las Horas, siendo como es ora– ción propia de la Iglesia, ocupa el primer lugar, juntamente con la Eucaristía, en cada fraterni– dad y en la vida de cada uno de los hermanos (II Reg., 3; Testamento; II Epist. S. Francisci). La celebración de la Liturgia de las Horas ha de ser activa y viva, de vez en cuando cantada, seleccionando a este fin los salmos, los cánticos y l!ls lecturas, y añadiendo oraciones espontá– neas (Instit. gen. Lit. Hor., 244-52). Se ha de evitar el peligro de reducirla a un mero movimien:to mecánico de nuestros labios (Const. n. 0 38). Ciertos intervalos más o menos prolongados de silencio ayudan mucho a que la Liturgia de las Horas .se haga más consciente y tenga mayor eficacia (Instr. Gen. Lit. Hor., 201-3). En muchos lugares los hermanos la celebran juntamente con los fieles, con gran provecho. -59-

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