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24. En todas partes experimentan los hermanos la ne– cesidad de formar animadores de vida espiritual y de oración, con el fin de que puedan ayudar de manera especial a nuestras fraternidades y a toda la familia franciscana, como también a los fieles. 25. Toda fraternidad ha de ser de verdad fraterni– dad orante. Para mejor lograrlo es útil promo– ver las fraternidades de retiro y de contempla– ción, siempre que se haga con criterios sanos. Es lo que ya se está llevando a cabo con éxito en algunas provincias (De religiosa habitatione in eremo; Const. n.º 62; C. P. O. Quito, II B, 20). 26. Es urgente formar la conciencia de la necesi– dad personal de orar. Cada uno de los hermanos, esté donde esté, ha de tomarse tiempo suficiente cada día para la oración individual, por ejemplo, una hora entera. Esta necesidad vital la experi– mentan muchos de nuestros hermanos, sobre todo misioneros. 27. Para ser atraídos a la oración de una manera vi– tal y orgánica, es preciso que nos formemos, ante todo, como personas humanas y cristianas. Para ello no dejan de tener utilidad los nuevos métodos de reflexión. -56-

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